No, no he decidido renovarme ni reinventarme, no hoy al menos, talvez, mañana, sí, mañana sería bueno. Renovación es el nombre del lugar donde yo vivía.
Mi primer mejor amigo del rumbo —al menos, lo era él para mí— fue Edgar. A pesar de que entre él y yo había una larga diferencia de edad, yo iba a jugar durante las tardes a su casa. El día de hoy me da por imaginar que, al ser los nuevos en dicho lugar, su mamá lo obligaba a convivir conmigo para darnos una buena bienvenida y por supuesto que me da pena, mucha. Todo esto inspirado por mi poca seguridad en el interés que puedo proyectar como persona.
Edgar vendía pan por las tardes. Salía con una caja en el hombro a caminar por el lugar y los ofrecía a tres piezas por un peso.
Siempre he pensado que el día que yo pueda dar un discurso en alguna graduación —nunca me he graduado de nada— le voy a agradecer el apoyo que me dió durante mi niñez.
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Hoy me pongo a pensar en las valiosas personas que conocí en esa etapa de mi vida. Personas que se convirtieron en parte de una gran familia.